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Wanderlust

Mayo – Julio 2019

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Frente al vicio del exceso, la virtud de la templanza. Es lo que parece que se han propuesto Peio Quintana y Ricardo Okaranza, al abandonar sus respectivas Babilonias, Barcelona y Berlin, y sumergirse en la naturaleza persiguiendo ese deseo tan perfectamente condensado en la palabra Wanderlust o sea, querencia, anhelo de vagar. Vendría a ser la cara oculta del flaneurismo, el reverso eco/bio de los paseos urbanos, el abandono de la vida eléctrica por la luz natural, lejos de la ciudad, sin publicidad, ruido, humo ni gente. Deambular en estado de flotación, atendiendo rumores lejanos, observando rayos que se entrecruzan, ramas que ocultan las nubes, rocas recién bañadas

Pero aun no queriéndolo, el alma urbana de estos artistas disecciona tanta paz. Hay un cierto delirio en los paisajes en fuga de Quintana, un comienzo preciso y figurativo transformado gradualmente en una espiral de luz y color, a la caza de un reflejo esquivo. A su vez las piedras solemnes, en las vistas gélidas de Okaranza, revelan un esplendor casi inevitable.

Son lugares donde el clima no permite invasiones excesivas y la falta de interés económico, ausencia de petróleo, minerales u otras materias primas, aleja toda idea de inversión y/o explotación. Todo virgen, aunque mejor expresado, dejado a la naturaleza.

Siguiendo la tradición romántica en unos tiempos que son, puesto delicadamente, lo contrario, Quintana y Okaranza desarrollan una exploración que, alejada de las corrientes más incisivamente sociales de la fotografía de calle, nos lleva a un lugar semejante por terrenos menos literales. Sus imágenes invitan al espectador a disfrutar de un momento cósmico a la vez que ofrecen espacio para pensar, cada uno a su manera, en cómo está el mundo…